Los tiempos que nos llevan de Dante a Spinoza, de los manuscritos de Crisoloras a la Enciclopedia, del milagro toscano a los despotismos ilustrados, fueron tiempos (como todos) de descubrimiento y continuidad. Hubo ciertamente un descubrimiento de antiguas tradiciones, no sólo de las grecorromanas, celtas y germánicas consideradas como propias (lo cual implicaría, para ser más precisos, un redescubrimiento), sino también de tantas otras provenientes de todos los rincones del orbe, súbitamente ampliado a escalas probablemente inimaginadas. En este sentido, este descubrimiento masivo de autores, textos, filosofías, religiones, costumbres, estimuló ciertamente el desarrollo de perspectivas heterodoxas. Aquí está el problema que nos convoca: ¿cuál es el lugar de la heterodoxia como clave de lectura de estos tiempos de configuración del mundo moderno? Por otra parte, es legítimo preguntarse hasta qué punto estas expresiones de heterodoxia, motorizadas en la transición hacia la modernidad por circunstancias y condiciones materiales y logísticas particulares, no venían ya manifestándose desde los llamados “renacimientos medievales”. Este proyecto se propone, en suma, reconocer las novedades de aquellas heterodoxias intelectuales alimentadas por las fuentes renacentistas e ilustradas y a su vez la permanencia e influencia de modelos y ejemplos medievales. Esta variedad de sentidos e interpretaciones del mundo puede rastrearse en un arco temporal que se extiende desde el pensamiento desgarrado de Petrarca, el giro narrativo y conceptual de la novella de Boccaccio y su multiforme comedia humana, a los Ensayos de Montaigne, el escepticismo libertino y el radicalismo ilustrado.